30 días, 30 entradas (5)

5. ¿Qué jornadas recuerdas con más cariño?

Lógicamente, fueron las Convivencias Lúdicas Nacionales (CLN) del 2002. En buena medida, porque fui uno de los que las organizaron, en lo que acabó siendo parte gloria, parte experimento en privación del sueño. Y además, acabó siendo el detonante de muchas cosas que han sido cruciales en mi vida.

Básicamente, unas CLN eran unas jornadas de mochileo absoluto. Una asociación presentaba una candidatura y si esta era elegida por alguna clase de organización (nunca entendí bien cómo iba esto), pues te la daban y tenías que montarlas. Las jornadas tenían que ser gratuitas para el asistente, de modo que lo normal era que las asociaciones encargadas se decantaran por alojar a la peña en polideportivos, colegios, o como fue nuestro caso, los pabellones de la Feria de Muestras de Granada, allá en Armilla. 3 naves industriales vacías donde seguro que nunca pensaron que se alojarían decenas o cientos de frikis en colchones que trajimos de la base de Armilla, o en sacos de dormir, o donde pillasen. Si la descripción no os parece tentadora, a mi tampoco me lo parecía, pero mi amiga Soledad y otros amigos me vendieron muy bien la moto de que eran eventos geniales y que valían todo la pena.

Aparte de proveer de un techo y baños y duchas (porque la comida no estaba incluida, cada uno se buscaba la vida), obviamente habíamos de proporcionar diferentes eventos para que la gente pudiera entretenerse además de con lo que cada uno se traía preparado de casa. Mi amiga Soledad y yo preparamos el torneo de Aquelarre. Y ahí fue cuando escribí la que, 10 años después, se convirtió en mi primera (y a día de hoy, única) aventura de rol publicada jamás: El Destino de Esperanza. Más sobre eso luego. Baste decir que tuvimos que pasar varias noches sin dormir para tener la aventura lista a tiempo. Escribir una aventura para otros es difícil.

El caso es que aquellas jornadas acabaron siendo un éxito, y a raíz de eso pasaron dos cosas importantes: una, que a Ricard Ibáñez, el autor de Aquelarre, le encantó la aventura, y no descansó hasta que consiguió que la publicaran. Gracias por ello, Ricard. La otra, es que conocí a una pandilla de asturianos majaras, entre ellos a mi queridísima Deirdre, que acabó siendo una gran amiga mía. Y gracias a conocer a esos asturianos, decidí ir al año siguiente a las CLN que tendrían lugar en Gijón.

Y amigos, en esas CLN conocí a gente estupenda, como las gemelas Tuk (hace demasiado que no os veo, niñas), padecí los horrores de ser acechado por… unas siglas, y sobre todo, conocí a mi queridísima Diana que se convirtió en una de las personas más importantes que he conocido en mi vida, con la que compartí unos años maravillosos y gracias a la cual Madrid será siempre mi casa. Y gracias a Diana conocí Mensa, y gracias a Mensa a mi mujer Victoria, y gracias a Victoria ahora tengo una hija maravillosa y Barcelona es también mi hogar.

Al final mi madre tenía razón. La culpa de todo la tiene el rol.


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